Cuando se acerca el 22 de diciembre, España entera vuelve
a compartir una de sus tradiciones más arraigadas: la Lotería de Navidad. Más
que un sorteo, es un ritual colectivo que marca el comienzo emocional de las
fiestas y que, generación tras generación, ha tejido una red de ilusiones,
supersticiones y pequeñas historias cotidianas.
Desde primeras horas de la mañana, los bombos del Teatro
Real antes el Palacio de Cibeles, aún antes el Colegio de San Ildefonso vuelven
a convertirse en el centro de todas las miradas. Los niños y niñas encargados
de cantar los números, auténticos símbolos del sorteo, dan forma a la banda
sonora que ha acompañado la Navidad española durante más de dos siglos.
Una
tradición que mueve emociones… y economía
Más allá del componente sentimental, el Sorteo
Extraordinario de Navidad es también uno de los eventos económicos más
relevantes del año. Millones de décimos circulan semanas antes por
administraciones, bares, asociaciones, empresas y centros de trabajo. No se
compra solo un número: se compra la idea de compartirlo con familiares, amigos
o compañeros. La ilusión, dicen muchos, sabe mejor cuando se reparte.
El famoso “Gordo”, dotado con cuatro millones de euros
por serie, sigue siendo la estrella. Pero la verdadera magia del sorteo está en
su capacidad para repartir miles de premios por todo el país, dejando pequeñas
alegrías en comarcas, barrios y pueblos que, aunque no vean caer la lluvia de
millones, celebran cada pedrea como una victoria colectiva.
El
sorteo que cuenta historias
Cada décimo lleva asociada una pequeña historia: el
regalo que hace un abuelo a sus nietos, el número que se compra “por si acaso”,
la cola interminable bajo la fachada de Doña Manolita, el décimo que se guarda
desde verano porque “siempre toca en ese bar”.
Hay quien mantiene supersticiones inamovibles elegir
siempre la misma administración, comprar el número que coincide con una fecha
especial y quien apuesta por la espontaneidad. Pero todos coinciden en algo: el
sorteo tiene la capacidad de transformar una mañana de diciembre en una fiesta
nacional.
Un
día que inaugura la Navidad
El 22 de diciembre es, para muchos, el verdadero pistoletazo
de salida de las fiestas. Aunque no toque, el ambiente se impregna de
celebración. Los brindis improvisados, las entrevistas a los premiados, los
confetis que vuelan frente a las administraciones afortunadas… Todo contribuye
a un sentimiento de pertenencia que solo la Lotería de Navidad consigue
generar.
Quizá por eso este sorteo sigue siendo tan especial:
porque no se trata solo de dinero, sino de esperanza y tradición. Un año más,
España espera que “la suerte” llame a su puerta. Pero mientras llega o no
llega, lo que sí vuelve cada diciembre es el mismo ritual compartido, esa
mezcla de emoción, nostalgia y alegría que convierte a la Lotería de Navidad en
un patrimonio sentimental del país.
