En el oeste de Gran Canaria se encuentra una de las
carreteras más singulares y desafiantes de España: la GC-200, conocida popularmente como la “ruta de las 365 curvas”. Este trayecto, que enlaza los municipios
de Agaete y La Aldea de San Nicolás, se extiende a lo largo de unos 30
kilómetros y debe su apodo a la sucesión ininterrumpida de giros cerrados, uno
por cada día del año.
Más allá de su fama pintoresca, la GC-200 también es
recordada por su peligrosidad. El asfalto serpentea junto a acantilados de hasta 900 metros de altura
sobre el mar y, en varios tramos, todavía hoy la sensación de vértigo es
inevitable. No fue hasta la década de 1970 cuando se instalaron las primeras
medidas de seguridad; antes de esa fecha, la ausencia de barreras laterales
convertía cada desplazamiento en una auténtica temeridad. Aunque con el paso del
tiempo se han introducido mejoras, sigue siendo una vía que exige máxima
atención.
Una
carretera de riesgo
La conducción en carreteras repletas de curvas, como la
GC-200, implica un abanico de peligros que no deben subestimarse. El más
evidente es la pérdida de control del vehículo en curvas especialmente
cerradas, sobre todo si se circula a una velocidad superior a la adecuada o sin
la experiencia necesaria. A ello se suma la posibilidad de desprendimientos de
rocas y tierra que irrumpen inesperadamente en la calzada, con consecuencias
que en ocasiones han resultado fatales.
Otros factores elevan el nivel de riesgo: visibilidad
reducida en ciertos tramos, pavimento deteriorado, y condiciones meteorológicas
cambiantes como niebla densa, lluvias intensas o fuertes rachas de viento. A
pesar de las intervenciones realizadas en los últimos años, la combinación de
pendientes pronunciadas, curvas consecutivas y ausencia de protecciones en
zonas históricas de la vía explican la siniestralidad acumulada en el pasado.
Hoy en día, los tramos catalogados como más peligrosos
permanecen cerrados, pero su leyenda como una de las rutas más exigentes de la
red viaria española sigue vigente. Conducir por ella continúa siendo una
experiencia que mezcla adrenalina y belleza paisajística, siempre bajo la
condición de extremar la prudencia.
Otras carreteras con encanto y peligro
Aunque la GC-200 se lleva la fama, no es la única
carretera que cautiva y asusta a partes iguales. En España hay otras vías donde
la combinación de curvas y paisaje resulta un atractivo turístico y un reto
para los conductores:
Sa
Calobra (MA-2141, Mallorca): célebre por sus
espectaculares giros y por el famoso “nudo de la corbata”, una curva que
literalmente se enrosca sobre sí misma.
C-255,
Costa Brava (Girona): une Tossa de Mar y Sant Feliu de Guíxols, y
es reconocida tanto por la belleza de su entorno mediterráneo como por la
sucesión interminable de curvas.
Sin embargo, cuando se habla de carreteras sinuosas en España, la GC-200 continúa siendo la más emblemática: una mezcla de desafío, historia y riesgo que la convierte en un destino de culto para amantes del motor y aventureros al volante.