Zamora colapsa: el caos circulatorio de unas "obras de humanización" que desesperan a vecinos y conductores
Zamora, una ciudad conocida por su calma, su aire limpio
y sus atardeceres sobre el Duero, se ha convertido en los últimos meses en un
laberinto de calles cortadas, desvíos imposibles y bocinazos desesperados. El
origen de esta transformación no es un apocalipsis ni una invasión, sino un ambicioso
(y polémico) plan de obras de humanización impulsado por el Ayuntamiento.
Sí, humanización. Un término tan abstracto como
desconcertante, que pretende vender una renovación urbana basada en ensanchar
aceras, reducir carriles, plantar árboles y cambiar el mobiliario público. Todo
suena bien... hasta que uno intenta cruzar la ciudad un martes por la mañana y
se ve atrapado en una ratonera sin salida.
¿Obras
de humanización... o de deshumanización?
La ironía no ha pasado desapercibida para los vecinos, que
en redes sociales, foros y medios locales no han dudado en rebautizar el
proyecto como obras de salvajización. Y no es para menos. En pleno julio, con
temperaturas rondando los 35 grados, los cortes simultáneos en calles clave
como Alfonso IX, la avenida de Requejo, Candelaria Ruiz del Árbol o parte de la
avenida de Portugal han sumido a la ciudad en un caos cotidiano.
“¿Quién fue el iluminado que pensó que era buena idea
hacerlo todo a la vez?”, se pregunta indignado Manuel Gutiérrez, taxista con 23
años de experiencia. “Tardamos más en recorrer Zamora que en ir a Salamanca”.
Aceras
sin peatones, peatones sin sombra y coches sin rumbo
Uno de los elementos más criticados es el desequilibrio
entre la inversión estética y la funcionalidad real. Se han levantado aceras
enteras para sustituirlas por otras similares pero más anchas, en zonas donde
el tránsito peatonal es mínimo. En cambio, los árboles talados para ello aún no
han sido reemplazados, lo que convierte muchas calles en auténticos hornos
urbanos.
Mientras tanto, las alternativas de movilidad —como
desvíos bien señalizados, refuerzo del transporte público o soluciones
provisionales— brillan por su ausencia. “Han dejado la ciudad sin lógica”,
denuncia Lucía, vecina del barrio de San José Obrero. “Para ir al centro, doy
la vuelta por tres barrios. Ni Google Maps se aclara”.
Comercios
en pie de guerra: “Nos están arruinando”
Más allá del malestar ciudadano, los comerciantes del
centro histórico y del entorno de la avenida Tres Cruces y Santa Clara advierten
de un daño económico directo. La reducción de acceso, la desaparición de
aparcamientos y el polvo constante están ahuyentando a los clientes.
“Hay días que no entra nadie en toda la mañana”, cuenta
Ángela, propietaria de una tienda de calzado. “Esto no es humanización, es
demolición lenta”.
Algunos ya hablan de organizar protestas formales ante el
Ayuntamiento si la situación no mejora en las próximas semanas.
Silencio
oficial... y promesas sin fecha
Desde el consistorio, el discurso es el habitual: “paciencia”,
“beneficio a largo plazo”, “una ciudad más amable para todos”. Pero lo cierto
es que los plazos no se cumplen, las fases de obra se solapan y la
planificación parece hecha por alguien que jamás ha recorrido Zamora a pie ni
en coche.
Las obras iban a finalizar “en primavera”, luego “a
inicios de verano”, y ahora se habla del otoño... quizá. Mientras tanto, la
ciudadanía asiste atónita a excavadoras que aparecen en calles nuevas sin haber
terminado las antiguas. Algunos ya temen que se alargue hasta Navidad, o peor:
que haya una “fase dos”.
Una
ciudad cansada de excusas y sin plan B
El caso de Zamora no es único en España, pero sí
paradigmático. En ciudades pequeñas, donde el tráfico es normalmente fluido y
la vida es tranquila, cualquier alteración profunda en la movilidad urbana se
siente como una agresión directa a la rutina.
¿Es necesario modernizar infraestructuras, mejorar
accesibilidad y embellecer el espacio público? Sin duda. ¿Se puede hacer con
planificación, escalonamiento y sentido común? También. Pero cuando las
decisiones se toman desde despachos sin escuchar a vecinos, técnicos
independientes ni comerciantes, el resultado es lo que hoy se vive en Zamora:
un laberinto kafkiano disfrazado de urbanismo progresista.
Zamora resiste. Como siempre ha hecho. Pero lo hace con
enfado, con cansancio y con una sensación creciente de que las prioridades de
quienes gobiernan poco tienen que ver con la realidad cotidiana.
Humanizar no es solo poner bancos nuevos y baldosas
modernas. Humanizar es escuchar. Coordinar. Entender que una ciudad no se
construye contra sus ciudadanos. Porque, al final, de humano esto tiene poco...
y de chapuza bastante.
El origen del caos circulatorio en la ciudad tiene un
respaldo claramente cuantificable: una inversión total de 19 millones de euros, financiada por el Ministerio de Transportes y
Movilidad Sostenible a través del Plan de Recuperación, Transformación y
Resiliencia (PRTR) .
De
esa cifra:
Ya se han ejecutado aproximadamente 14 millones de euros, según confirmó el delegado del Gobierno,
Nicanor Sen, en mayo de 2025.
El gasto supone aproximadamente 340 € por ciudadana/o zamorano y representa casi el 25 % del presupuesto municipal vigente en ese momento.