“La Vuelta se frena en seco en Madrid: la protesta que
convirtió la fiesta del ciclismo en un pulso político”
La Vuelta a España concluyó este año con un episodio tan
inédito como polémico: la suspensión de su última etapa en Madrid. Lo que debía
ser una fiesta deportiva acabó convertido en un escenario de tensión política y
social, tras la irrupción de una multitudinaria protesta propalestina que
bloqueó el recorrido en pleno corazón de la capital.
La imagen de los ciclistas obligados a detenerse,
mientras la organización anunciaba la cancelación de la jornada, recorrió el
mundo. Los equipos afectados, entre ellos Israel-Premier Tech, denunciaron el
riesgo para corredores y staff. La organización, Unipublic, defendió su
decisión apelando a la seguridad.
Las cifras revelan la magnitud de los hechos: se
contabilizaron heridos entre los cuerpos policiales, al menos dos detenciones y
altercados en diferentes puntos de la ciudad. Mientras tanto, el Gobierno
central subrayaba que la movilización había sido mayoritariamente pacífica, al
tiempo que el presidente Pedro Sánchez expresaba su “admiración” por la
protesta. Desde el otro lado, el Ayuntamiento y la oposición reprocharon la
falta de contundencia del dispositivo de seguridad y responsabilizaron al
delegado del Gobierno en Madrid.
La controversia es evidente. ¿Cómo pudo el Estado
permitir que un acontecimiento deportivo internacional quedara en manos de una
movilización imprevista? ¿Dónde estaban las fuerzas de seguridad encargadas de
garantizar el desarrollo normal de la prueba? Las versiones oficiales hablan de
equilibrio entre derechos fundamentales y orden público, pero las imágenes de
caos y la suspensión de la etapa ponen en entredicho la planificación previa.
El episodio abre interrogantes sobre la capacidad de las instituciones para blindar eventos de alcance mundial frente a protestas legítimas, pero disruptivas. El deporte, ajeno por definición a la pugna partidista, quedó instrumentalizado en un pulso político que ha dejado heridas abiertas. Más allá del ciclismo, la pregunta es hasta dónde está dispuesto a llegar un país en el que la celebración de un símbolo deportivo puede quedar paralizada por la falta de previsión y la batalla ideológica.